Por: Cecilia Correa Valdés
En una democracia, para todo gobernante es importante conocer cómo sus gobernados sienten y viven su ciudad, así como estar siempre al tanto de las cifras que indican una tendencia en determinado tema. En Ibagué, al igual que muchas otras ciudades, e incluso en otros países, anualmente se hace la encuesta “Ibagué cómo vamos” para compartir a la entidad territorial las necesidades percibidas por sus habitantes, así como el nivel de satisfacción que manifiestan con los bienes y servicios relacionados con la calidad de vida, la cual posibilita o no el gobierno local de turno.
Un tema muy importante para todos es la educación, y en relación con esta se observa que en cuanto a la denominada Primera Infancia (antes del acceso a Transición, el último escalón del nivel Preescolar), hay en Ibagué un importante avance. El 38% de los niños de cinco años están escolarizados de una u otra manera, con una percepción favorable de los adultos; sin embargo, sigue siendo preocupante que la mayoría permanezca en la casa, normalmente al cuidado de una persona adulta como abuelos, vecinos o empleadas del servicio, que a todas luces se puede inferir que no son los más preparados para tal efecto. Cuando los niños se escolarizan a temprana edad adquieren dos habilidades muy importantes para su vida futura: aprenden a convivir con otros y a desarrollar su motricidad, que les ayuda a desplazarse en forma segura y posteriormente escribir.
Lo más preocupante es el grupo de niños (el 4%) que se quedan solos en casa, corriendo todos los riesgos inimaginables, desde accidentes que acaban con sus vidas, hasta atentados a su integridad física. Son aproximadamente 1.700 niños que se quedan muchas horas al día abandonados del Estado, la familia y la comunidad. Además, no reciben la formación a temprana edad que es fundamental para su comportamiento social y educativo futuro.
La asistencia a las instituciones educativas en primaria se mantiene con variaciones poco significativas, esto quiere decir, que asisten la misma proporción de niños cada año, lo cual no se puede entender como una cobertura total (tomando a la población en edad de estar en este nivel); siempre existe cerca de un 20 % por fuera del sistema escolar, que en números absolutos preocupa, ¿dónde están esos casi 9.300 niños que deberían estar en las aulas escolares? Muchos en los semáforos, otros en las plazas de mercado, algunos en el monte, otros trabajando como jornaleros en el campo, algunos pidiendo limosna en las calles o sirviendo de distribuidores del microtráfico. Como sociedad tenemos muchas deudas con nuestros niños
La mayoría de los niños de Ibagué estudia en alguno de los 61 establecimientos públicos del municipio (50 urbanos y 11 rurales); la satisfacción de los padres con la educación pública en los últimos cinco años, ha fluctuado entre el 73 y el 65 %, valor este que es muy probable que se vea afectado por dos factores colaterales: el nivel de satisfacción que se tenga con la administración pública en general, y si la continuidad escolar se vio o no afectada por paros o huelgas. Para la mayoría de los padres el acceder a la educación pública no es difícil, situación que no comparten los estratos más altos; tal vez esto se deba a que los estratos más bajos prefieren un colegio cercano al domicilio, con el cual se ahorran el desplazamiento diario, y en cambio los estratos más altos buscan incorporar sus hijos a sólo tres o cuatro establecimientos públicos, que por tradición consideran de buena calidad.
Por otro lado, en Ibagué existe un grave problema cultural para entender que más del 90% de su territorio es rural; se cree que este municipio es netamente urbano y por eso siempre se está en deuda con el campo. Lo común en esta zona es la baja cobertura, escasa calidad y lo más peligroso es que se ofrece una educación importada de la zona urbana con dudosa pertinencia para la zona rural. La jornada escolar rural cumple los mismos horarios, al menos en la teoría, que la urbana, lo cual es un imposible ya que los niños caminan horas para llegar a la escuela. Triste es reconocer que la educación en el campo está lejos, muy lejos, de constituirse en una agente transformador de la ruralidad y en esta realidad están más de 7.600 niños. La mayoría de estos niños y niñas llegan agotados a cada una de las 107 sedes rurales con que cuenta el municipio, donde afortunadamente los reciben con un desayuno. Pero la pregunta de muchos padres después de que aprenden a leer y escribir es: ¿para qué le sirve la escuela? Y la respuesta que ellos mismos se dan no es muy clara y la de la entidad territorial es difusa, porque al campo hay que invertirle y la Alcaldía lo hace en forma muy precaria.
La realidad es que más del 90% de las transferencias de la Nación para educación, se gastan en el pago de las 3.485 personas que componen la planta de docentes y administrativos de las Instituciones Educativas de Ibagué y el resto es para calidad, con la dificultad que de los escasos recursos de calidad se pagan los servicios públicos.
Por eso, si se quiere una educación de calidad hay que invertir importantes recursos del presupuesto del municipio y comprometer además al sector privado y empresarial. En la actualidad se asignan algunos recursos para calidad educativa, pero en una proporción tan baja que no tiene efecto significativo en los indicadores de calidad, además no se prioriza la zona rural, ¿Será porque los electores se concentran en Ibagué urbano?
Lo cierto, es que si se quiere una educación de calidad hay que invertir en formación de docentes, aulas con conectividad, material didáctico actualizado, comedores escolares, apartamento/habitación bien dotada para el maestro rural, sin olvidar que las redes eléctricas de los colegios están obsoletas, no resisten una sala de sistemas y las baterías sanitarias son escasas para la población escolar. ¡Hay mucho por hacer!
*Directora de Ávaco
NOTA: Las cifras son tomadas de el informe 2014 “Ibagué como vamos” y de cifras oficiales de la Secretaría de Educación Municipal de Ibagué.