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El componente sociocultural de la lectura. Por Mauricio Zabala

La lectura y la escritura, tal como las define el español Daniel Cassany, son algo más que tareas lingüísticas o procesos psicológicos, son prácticas socioculturales. Y es que, si bien la lectura demanda un ejercicio de descodificado del texto escrito, cuidando de atender a los significados implícitos, toda lectura supone también el tomar conciencia del sentido que cada sociedad confiere a las palabras. Se puede afirmar entonces que, al tiempo que cambian las comunidades, lo mismo se modifica el significado y el valor de los textos.

 No es extraño encontrar personas que aún hoy día piensan que la actividad de leer es lo mismo que oralizar lo escrito. Visión por lo demás mecánica que enfatiza la capacidad descodificadora, literal, arrojando a un lado el ejercicio del comprender. Ya Chartier alerta sobre esta problemática, característica de finales del siglo XX, también llamada analfabetismo funcional, o iletrismo, para referirse a aquellas personas que, pese a sus años de escolaridad, evidencian problemas con lo escrito, al punto de experimentar dificultades en el desempeño de su vida corriente.

Entre 1970 y 1990, la vida social, administrativa y profesional incrementó en gran medida y en todos sus sentidos sus exigencias en materia de competencia escrita: para orientarse en la ciudad, poner en funcionamiento un cajero automático, usar un aparato doméstico y sobre todo llenar todos los formularios que invaden la vida cotidiana. Los trámites ante cualquier institución no haimagen lecturan dejado de complicarse: el más mínimo trámite requiere crear un archivo, llenar un montón de papeles. Es el reino del papel burocrático. (Chartier, 2004, p.175)

Más próxima y científica resulta la idea de pensar que el leer es comprender. Para tal efecto es preciso llevar a cabo variadas destrezas mentales o procesos cognitivos, tales como: aportar conocimientos previos, inferir lo que el texto no dice, formular hipótesis, elaborar significados, anticipar lo que dirá un escrito, entre otros. Dando todo esto como resultado lo que se ha dado en llamar alfabetización funcional, es decir, el desarrollo de las destrezas descritas en función de la capacidad de comprender (Cassany, 2006).

Visto desde esta perspectiva la lectura sería entonces un ejercicio universal e igualitario. Toda vez que lo que se reclama son procesos cognitivos, y éstos poseen un asidero biológico, todas las personas deberían leer de la misma manera, todos podrían alcanzar en algún momento dado las mismas habilidades. Sin embargo, esta idealización se desvanece rápidamente, pues no hay que perder de vista el componente sociocultural del leer y el escribir, componente sin el cual la diversidad y complejidad que estas practicas conllevan quedaría vacío.

Para empezar, desde la dimensión sociocultural se asume que la lectura y la escritura son construcciones sociales, actividades socialmente definidas (Cassany, 2006). La lectura cambia en relación al periodo de la historia, de la localidad, de las actividades humanas. En cada momento el leer y el escribir han aparecido bajo prácticas particulares, encarnados en géneros discursivos propios.

Referencias

Cassany, D. (2006). Tras las líneas. Barcelona, España: Editorial Anagrama.

Chartier, A. (2004). Enseñar a leer y escribir. México: Editorial Fondo de cultura económica.

 

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