Estudiosos de la literatura como la venezolana Violeta Rojo y el Mexicano Lauro Zavala, se han encargado de escribir acerca de Minicuento y Minificción. Entre otras cosas, destacan las características principales de los dos conceptos y la convicción de dejar abiertas las posibilidades, debido a procesos de cambio y maduración. Sin embargo, al convalidar algunas de las razones que cada uno sustenta, se le da gran importancia a “la minificción como producción literaria, capaz de modificar de manera innovadora y significativa las realidades existentes, así como sus formas de percibirlas y manifestarlas”, dejando entrever los presaberes del hombre de hoy, y lo que logre construir, con base en recursos inmediatos que surgen de los avances tecnológicos y la cotidianidad.
Para empezar es prudente tener claridad sobre cada uno de los conceptos en mención. Por un lado está presente el minicuento considerado como “un cuento muy breve que se interrelaciona periódica y humorísticamente con otros géneros y que utiliza estas interrelaciones genéricas como estrategias narrativas” (Rojo, 1998), que al relacionarlo básicamente con lo que es el cuento clásico, adopta sus componentes tradicionales. Por su parte, se hace hincapié en que “la minificción no es un minicuento. Es un texto experimental de extensión mínima con elementos literarios de carácter moderno o posmoderno” (Zabala, 2007), que ejerce una ruptura considerable entre lo que de manera constante se ha venido leyendo y las nuevas formas de interpretar el mundo.
En esta medida y sin relegar la influencia de lo que ha sido el minicuento se resume de la siguiente manera:
Primero, es un género literario reciente que se da a partir del cruce de diversos elementos cotidianos como por ejemplo tomar la estructura de una carta, una canción, un poema, un chiste, un adagio popular, etc., que no se presenta de manera literal sino a partir de los intereses de quien escribe y los conocimientos de quien lo lee.
A partir de dicho género, se presenta una lectura con apariencia desorganizada pero que propiciando la concentración y la reflexión del lector frente a cada uno de sus componentes, brinda coherencia y sentido. Por tanto lo componen fracciones, pedazos o trozos que al ser unificados, dan como resultante una totalidad que en un principio deja mucho que decir, y al final, los componentes quedan sujetos a cambios.
De la misma manera, el lector es quien devora el texto a su antojo, lo considera una marioneta, es dueño de él, interpreta cada palabra, está en la capacidad de dilucidar lo que le provoque. Además, tiene la posibilidad de desentrañar los elementos de tipo clásico con los que se encuentre elaborado, o los de tipo moderno que le logre agregar.
Finalmente, es un diálogo en donde hay lucha, humor, risas, recuerdos, parábolas y lecciones enmarcadas, difíciles. Es distinto, incluso, gracioso. En ocasiones los lectores quedan insatisfechos (faltan palabras), y está presente la sensación de que hay otros cuentos populares o comunes entrecruzados. Así, mientras unos pueden ganar, otros pierden, puesto que hay familiaridad con las temáticas que de manera implícita se aborden, o por el contrario, desconocimiento y desubicación.
Con base en lo anterior, ser hace claridad sobre el eje transversal, la literatura. De ello se rescata que hay tantos mundos posibles, como la opción de crear otros adicionales, tal vez más contradictorios y confusos, pero completamente válidos. Entre tanto, empieza a desaparecer la brecha del escritor-lector y todos juegan un rol con las mismas condiciones. El hombre empieza a descubrir que sin interesar la edad y las características físicas o mentales, todos somos minicuentos, unos más completos que otros, pero todos con algo pendiente que contar.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
– Rojo Violeta. El minicuento, ese (des)generado. Tomado de: webs.sinectis.com.ar/rosae/breve9.htm
– Lauro Zavala (2007) De la teoría literaria a la Minificción posmoderna. Ciencias Sociais Unisinos, Janeiro-abril,año/vol. 43, número 001. Universidade do Vale de Río Sinos Sao Leopoldo, Bras.