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El aprendizaje: Un análisis retrospectivo. Por Alexander Cortes

El panorama en el que se desenvuelve el estudiante actual tiene marcadas diferencias con respecto a los escenarios de hace 15 años o más; los contextos social, económico e incluso político, se han modificado de tal modo que consideraría que la educación actual -como punto de vista personal- en vez de tener una evolución positiva ha tenido una involución: ha entrado en una etapa de retardo y de desaceleración progresiva, en la que nuestros estudiantes son víctimas de una avalancha de efectos colaterales de la posmodernidad, entre los cuales los más preponderantes están: la deshumanización, la desmotivación por adquirir nuevos conocimientos, la inmediatez o, simplemente, suplir necesidades intrascendentes producto de una sociedad de consumo.

El interés por aprender se desvía por asuntos superficiales y el fin último de entrar en un circulo académico, como es el caso de la persona que ingresa a una institución universitaria, se ve opacado por la necesidad de mantener y posicionar una imagen fundamentada en la estética. Por otro lado, las tendencias de la comunicación moderna hacen que el salón de clase se convierta en espacios para intercambiar mensajes de texto y mantener comunicaciones en tiempo real sobre temas totalmente independientes de los que el profesor expone frente a sus estudiantes.

Hoy el estudiante pese a sus capacidades, y pese también a todas las herramientas con las que cuenta,  entrega menos resultados que como yo nos formamos en un modelo conservador, ortodoxo y tradicional característico de las instituciones educativas de índole oficial. El tiempo en el que recibí la educación media vocacional y universitaria, la gran mayoría de los que asistíamos religiosamente, pese a las dificultades económicas, a un salón de clase, lo hacíamos por el gusto de aprender, de recibir una formación y lograr cumplir con metas en un futuro. El colegio o la Universidad, desde el momento en el que se ingresaba, se percibía el ambiente académico, y fuimos receptores de un flujo de valiosos conocimientos que han sobrevivido en mi mente hasta la actualidad y se han fortalecido, han evolucionado y esperan aún poder ser transmitidos a mentes vivaces con la misma motivación con los que los aprendí en aquella época. Pero, claro está, en esa época no existían esa gran cantidad de herramientas maravillosas con las que se cuentan en la actualidad; en ese entonces, debíamos desplazarnos hasta una biblioteca y desempolvar libros para resolver las dudas que el profesor sembraba en cada uno de nosotros, ese solo ejercicio de consulta era ya un poderoso mecanismo de aprendizaje.

En la actualidad, el conocimiento desde el más básico hasta el más avanzado está a solo un click, con el cual se ha desechado esa primera etapa de aprendizaje, que es el de trabajar por aprender; del mimo modo se puede retomar innumerables ejemplos. Frente a lo anterior, lo que resta es valernos de lo que tenemos en nuestras manos con el fin de orientar acertadamente al estudiante de hoy en día. Una solución es no obsequiarles el conocimiento, sino entregarle las herramientas para que lo adquieran, los medios para lograr familiarizarse con conceptos y apropiárselos de una forma vivencial, trabajando por la adquisición, estudio y entendimiento de lo observado.

El aprendizaje basado en la Investigación es una metodología que se ha venido aplicando desde hace ya varios años en diferentes instituciones del mundo a nivel media vocacional y superior. En nuestro medio el programa “Pequeños Científicos” es abanderado a nivel intermedio en diferentes colegios de nuestro país con excelentes resultados. El paso hacia la educación superior es hoy un reto que se ha propuesto en diferentes instituciones. Pero para lograr introducir estas metodologías al ambiente académico superior es necesario contar con personas receptivas frente a este enfoque, en el que la capacidad critica , la responsabilidad, el entusiasmo y la autonomía en el aprendizaje sea alta, aprovechando las herramientas multimediales, la informática, las comunicaciones, y reconociendo el salón de clase por su rol fundamental: albergar docentes y estudiantes en un proceso académico fundamentado en el aprendizaje consciente y responsable.

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