Esta expresión es cotidianamente citada por los gobernantes alrededor del mundo, cuando se trata de identificar un «culpable» para los desastres causados por las inundaciones o fenómenos relacionados con el cambio climático. Es un hecho que los desastres naturales han venido en aumento durante los últimos 30 años, tal como lo reporta Munchen Re. Además, los habitantes del planeta incrementan cada año su número y la tendencia, según Naciones Unidas, es que para el año 2050, el 70% de la población global vivirá en megaciudades. Esta cifra supone que las personas tendrán una mayor exposición a las amenazas naturales, dado que ocuparán ecosistemas intervenidos por causa de la expansión urbana.
Naciones Unidas reporta incrementos en el número de muertos, casas dañadas o destruidas, y población afectada en Colombia, por causa de las inundaciones, particularmente durante los últimos diez años. Dados los reportes y cifras oficiales, se puede afirmar que los gobernantes tienen la razón y que sufrimos los efectos del cambio climático, el cual surge como reacción planetaria, ante las intervenciones motivadas por nuestro modelo de desarrollo. Sin embargo, al hacer una mirada del comportamiento del clima en Colombia, no se observan evidencias marcadas.
Brandimarte reporta que al observar el comportamiento de las lluvias en Colombia, durante los últimos 100 años, no se identifican cambios en el promedio mensual que demuestren que las precipitaciones han aumentado o disminuido. Por lo tanto, ¿a qué se debe la causa de las inundaciones en nuestro país?
La respuesta a esta pregunta podremos empezar a encontrarla en el comportamiento del río Nilo en África, en donde la civilización egipcia realizó observaciones del nivel del río, las registró y asoció la altura de las aguas con la situación socioeconómica de la población. En un periodo de 600 años de registro, no se logró encontrar una tendencia claramente identificable del comportamiento del río Nilo. Sin embargo, al observar ventanas de registro de 100 años en el nivel de las aguas, se hallaron tendencias una veces hacia el incremento y en otras hacia la disminución del caudal disponible. Por lo tanto, ¿cuál es la tendencia del caudal de los ríos en Colombia, cuando en el mejor de los casos disponemos de 30 años de registros?.
¿Según el IDEAM, en el país se dispone de 775 estaciones que monitorean el nivel de los ríos, de las cuales sólo 50 son automáticas, es decir que solamente en el 6.45% de los casos, es posible emitir una alerta a la población sobre el aumento peligroso del nivel de las aguas. Por lo tanto, es posible identificar que uno de los problemas en Colombia, tiene relación con la escasa capacidad de prevención ante la ocurrencia de desastres naturales. El Ministerio de Ambiente de Perú, reporta que en Suramérica se dispone de 8123 estaciones de monitoreo de niveles de ríos y que de estas, el 74% se encuentra en Brasil. En consecuencia, para contar con una cobertura de medición de ríos equivalente a la brasilera, en Colombia deberíamos contar con un total de 2283 estaciones hidrométricas, lo cual le costaría al Estado aproximadamente unos $136.980´000.000.
Por supuesto, el valor de la inversión sugiere que difícilmente lograremos mejorar nuestra capacidad de prevención ante las inundaciones, sin embargo la
prevención resulta ser menos costoso que la atención del desastre, especialmente si se considera que el impacto económico afecta mayormente a los países en vía de desarrollo, generando más pobreza. En este sentido, la clave está en hacerse cargo del problema mediante el desarrollo de tecnología e innovación.
En la Universidad de Ibagué, se ha desarrollado un dispositivo que permite monitorear el nivel de los ríos y emitir alertas tempranas por inundaciones, a un costo 90% inferior al de tecnologías disponibles en el comercio nacional e internacional. Se trata de un modelo de utilidad, el cual provee información confiable sobre el comportamiento de los ríos y es capaz de alertar cuando las aguas alcancen niveles peligrosos para una población vulnerable.
Mediante la implementación de esta tecnología a nivel nacional, se podrán suplir las necesidades de instrumentación del país a un costo razonable y sin la dependencia tecnológica de fabricantes de otros países. De esta manera, podremos aportar a la protección de la vida y bienes de los nacionales, sin acusar a “La Niña” como responsable de los desastres en Colombia, tal como lo manifestó el Presidente Santos: «La maldita Niña ha sido el karma de mi gobierno«.
Luis Eduardo Peña Rojas
Director Ingeniería Civil
Universidad de Ibagué