COREDUCACION
Los cambios que vienen dándose en la educación superior están orientados hacia la calidad educativa, buscando cumplir con las funciones sustantivas de docencia, investigación y proyección social a través de estrategias que formulen soluciones reales acordes al medio en que actúan (UNESCO 1999). Precisamente, el interés de las instituciones educativas que conforman redes de investigación, se enfoca a desarrollar procesos que orienten hacia el crecimiento investigativo y el mejoramiento de la sociedad.
No se puede negar la reconocida importancia que posee el acceso a la información en la actualidad como indicador de competitividad, es por ello que la Universidad debe ir hacia el desarrollo de estrategias que favorezcan un aprendizaje soportado en un conocimiento integral, que involucre el saber en los distintos campos disciplinarios y, sistémicamente, se llegue a la interdisciplinariedad, apropiándose de conocimientos básicos para aplicar en distintas áreas.
Uno de los tantos desafíos a los que se enfrenta hoy la educación superior, está dado en la posibilidad de una auténtica democratización en el desarrollo de estrategias de apropiación y modos efectivos de procesamiento, comprensión y comunicación de los saberes; estrategias que deben traducirse en propuestas orientadas a promover el progreso educativo al alcance de todos. En esta demanda es fundamental el apoyo a actividades que viabilicen la construcción de competencias cognitivas y discursivas variadas, flexibles y pertinentes para el desempeño en diversas prácticas y nuevas exigencias sociales.
Si bien es cierto, los encuentros de investigación, las capacitaciones y actividades básicas de formación que promueven las universidades, orientan a los más jóvenes la inquietud por conocer más allá del saber que determina el currículo; se hace necesario convertir estos esfuerzos en un desafío en el cual los estudiantes desde sus primeros semestres presenten sus iniciativas investigativas, visualicen una prospectiva de cambio en la sociedad a través del conocimiento que ellos mismos pueden generar con acciones propias que los llevan a involucrarse como elemento fundamental del proceso enseñanza -aprendizaje (Santiuste 2001).
Aunque los programas de educación superior incluyen dentro de sus mallas curriculares asignaturas como metodología de investigación, proyecto de grado, entre otras ; éstas se orientan a instruir en un método, a emprender proyectos dentro de un área específica, pero no direccionan al estudiante a entender que el proceso de investigación debe estar inmerso en todos los ámbitos, en el transcurrir cotidiano y en lo social, político y económico como una forma de resolver problemas del ser humano para la sociedad, como un proceso de toma de decisiones que no solo se maneja en la universidad y como requisito de grado, sino que hace parte de la filosofía de vida en donde deben asumir un pensamiento crítico que exige entender el mundo en todos los órdenes y esto solo lo da la inclusión en su propio proceso de aprendizaje y la investigación (Lipman 1990).
Bajo este contexto, debe pensarse en la importancia de formar estudiantes que piensen de forma crítica y reflexiva para que estén en capacidad de entender el mundo y dar soluciones a través de sus experiencias investigativas, que asuman el rol que les compete como personas que pueden transformar la sociedad. Pero este pensamiento crítico implica darle más peso a la formación socio-humanista en todas las carreras y para el fortalecimiento de la investigación y la reflexión estudiantil, abrir un espacio protagónico en el campo de los semilleros de investigación en el interior de las instituciones, como división independiente
LIPMAN, M. (1.997). Pensamiento complejo y educación. Madrid: Ediciones de la Torre.
SANTIUSTE Bermejo, V. Ayala, C., Barrigüete, C., otros. (2001). El pensamiento crítico en la práctica educativa. Madrid: Fugaz Ediciones.
