Uno de los desafíos que el ser humano ha venido enfrentando es el tema ambiental, debido a que desde los inicios de la humanidad se han venido generando transformaciones y cambios acelerados en los estilos de vida de acuerdo a las épocas o generaciones; esto ha traído nefastas consecuencias que hacen que los seres humanos se encuentren sentados en una bomba de tiempo.
Es por esto que a lo largo de la revisión bibliográfica, el concepto de desarrollo sostenible, en las empresas, se identifica como la necesidad de ser auto-sostenibles en la adquisición y utilización de recursos para la fabricación de productos que con lleven a asegurar a las generaciones futuras un panorama más esperanzador, al que se está viviendo actualmente. En contravía de esto, las empresas identifican en el concepto de desarrollo sostenible, es una carga impositiva a su labor, ya que le obliga a generar un sinnúmero de costos necesarios para atender las exigencias de mercados cada vez más informados y preocupados por el sostenimiento del medio ambiente.
En esta medida, un concepto tal relativamente sencillo, es interpretado con diferentes posiciones porque se comienza a manejar un conflicto de intereses que tiene como punto neurálgico el dinero y la utilidad de este, es decir, si no existen recursos las empresas no tiene materia prima para producir y si estas no producen no generar empleo y por ende genera un problema social mayor. Por otro lado las empresas son “conscientes” de los males que genera su actividad, pero en muchas ocasiones el costo de evitarlas es mayor a las multas que se les genera por ir en contra versión de la legislatura, bien sea ambiental o social.
Documentales como «Monsanto», y lecturas como «Los Niños del Plomo«, evidencian que tanto la comunidad como el Estado son permisibles con las empresas, ya que permiten que su accionar se valide frente a las implicaciones sociales en que se incurrirían, ante la inexistencia de estos grandes señores.
Los directamente afectados por las consecuencias de un proceso productivo, como en el caso de los «Niños del Plomo», tratan de disculpar a las empresas porque son estos los que los emplean y de alguna manera les mitiga el hambre. El ser humano ha tratado de ser indiferente a los problemas ambientales pensando que son un mal necesario para continuar con un ciclo de consumismo que ha adsorbido a cada uno de nosotros en una exterminación total de los recursos especialmente de los bienes públicos y esta indiferencia se sustenta bajo el precepto de que un grano no puede cambiar toda la arena del mar, es decir, gran parte de los ciudadanos de mundo concibe que cualquier medida que se tome de manera individual, difícilmente podrá hacer mella ante las grandes empresas y de todo su poderío económico que han logrado alcanzar por nuestra propia permisividad; además, el ser humano busca sobrevivir de acuerdo a sus comodidades y bienestar, empleando elementos y procesos contaminantes tales como, las tecnologías obsoletas, el no uso de tecnologías limpias, ( el uso de aerosoles, combustibles fósiles, el uso del agua caliente, el uso inadecuado del agua y electrodomésticos, productos con mucho envoltorio, la inadecuada separación de basuras, el uso de bombillas normales, etc.,) han generado el gran impacto del recalentamiento global. De esta manera prevalece el beneficio personal y económico del hombre sobre el bienestar de la sociedad.
El Estado demuestra su permisividad al promulgar una serie de leyes de protección ambientales que en cierta medida no afecten los intereses empresariales, ya que estos son en últimas, los que pagan los impuestos que ayudan al presupuesto de los países. Para hacerse de la vista “gorda” y ser complaciente con la comunidad y con la empresa, el Estado busca que los estándares de control de uso de recursos no sean tan exigentes como los promulgados por los países desarrollados, sino que la idea es de acomodarse a buenas intenciones que estos hacen, en aras de alcanzar los niveles internacionales, que en el Tercer Mundo se encuentra a penas en unos inicios bastos que la organizaciones aprovechan para su propio beneficio.
A la par del Estado, los países desarrollados son grandes responsables de la crisis ambiental, cuyo objetivo es evidenciado en un afán desmesurado de riqueza a toda costa, sin importar las consecuencias. Sin embargo, algunos de ellos están acogidos a protocolos, donde se comprometen a implementar mecanismos que permiten reducir el impacto negativo que ocasionan sus empresas. Tal es el caso de Estados Unidos que no ha querido acogerse al protocolo de Kioto ya que como ejemplo, él contamina en 18 horas lo que Perú contamina en 1 año. En este sentido el desarrollo de los países está ligado a la contaminación; sin embargo, los países no pueden limitar el desarrollo a la no contaminación, sino que las empresas deben crear estrategias que permitan disminuir dichos impactos.
Por último es necesario que tanto la sociedad, las empresas y el Estado, identifique que el actual modelo es insostenible, que como gerentes de nuestras familias y de nuestras organizaciones tomemos vías de curso, siguiendo modelos como myfootprint, que buscan una concientización en aras de optimizar los recursos de los que nos abastecemos.
Video Monsanto