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Palabras del rector Alfonso Reyes Alvarado. Clausura IV Diplomado TIC-ÁVACO

 

Nativo digital. Foto Alexa Bajaire

A mediados de los años 50 del siglo pasado, el psiquiatra norteamericano Warren Mculloch, sorprendió a sus colegas científicos, con quienes diez años atrás había organizado el ciclo de conferencias que le dio origen a la Cibernética, con la propuesta de crear una nueva área de estudio: la epistemología experimental.

Su propuesta consistía en entender las bases y los límites del proceso cognitivo, es decir, abordar las preguntas claves de la epistemología, pero, a diferencia de lo que habían propuesto los griegos casi dos milenios atrás, y que continuaban haciendo los filósofos del momento, la base de su estudio no era la especulación lógica (interesante juego de palabras) sino la experimentación.

Noten que de un tajo, esta propuesta descartaba de entrada el problema milenario de la dualidad entre la mente y el cuerpo. En su visión, Mculloch observaba el proceso cognitivo como el resultado de una unidad indivisible, la mente surgía como una propiedad emergente de la operación recurrentedel sistema nervioso.

Comprender la operación del cerebro y del sistema nervioso como un todo, a través de la observación directa, fue el primer reto a superar. Recuerden que hasta ese momento no era posible observar el interior del cuerpo de un ser vivo sin afectarlo, es decir, sin abrirlo. Pero con el desarrollo de los primeros electrodos y de otros sensores, junto con la tecnología asociada, fue posible detectar y medir las ondas cerebrales y los impulsos eléctricos que recorren permanentemente el sistema nervioso de un ser vivo.

En otras palabras, el desarrollo de esa tecnología hizo posible observar la forma en que observamos y le dio sentido a preguntas hasta el momento consideradas como sin sentido, como comprender como comprendemos. Por primera, vez el tomar conciencia de la conciencia no era un simple juego de palabras, era una pregunta científica profunda que, a propósito, hoy día se conoce como el “hardproblem”, el “problema más complejo”. Esta circularidad, que gráficamente se representó con el mítico dragón medieval que se mordía su propia cola, fue el comienzo de lo que hoy en día es la neurociencia.

Hemos avanzado mucho en comprender cómo opera nuestro sistema nervioso y cómo caracterizar los procesos cognitivos. Sin embargo, algo más interesante ha ido ocurriendo. La tecnología fue un instrumento necesario para observar la forma en que conocemos y aprendemos pero pronto tomó vuelo propio y ahora está afectando directamente la forma en que conocemos y aprendemos: el instrumento de observación afecta directamente el objeto observado.

La brecha entre los nativos digitales y los inmigrantes digitales evidencia este grado de afectación. Los jóvenes de la generación, que nacieron al final del siglo pasado y que están ingresando a la Universidad, aprenden de una manera muy diferente a como nosotros aprendimos. No solamente por razones del cambio de época sino por razones fisiológicas. Los estudios más recientes indican que el empleo recurrente de tecnologías como el computador, los aparatos celulares, el acceso a internet y la adicción a los videojuegos están generando variaciones importantes en la neurofisiología de estos jóvenes.

Algunos efectos de estos cambios son cada vez más evidentes y difíciles de comprender: niños con dificultades para mantener la atención en un mismo asunto pero con una gran habilidad para atender múltiples tareas simultáneamente.

Varios efectos sociales también han ido apareciendo, son jóvenes a quienes se les dificulta sostener conversaciones cara a cara y, por lo tanto, su habilidad para desarrollar una comunicación empática es muy pobre. Esto ha dado lugar al término de inmigrantes sociales. Nuestra generación está llegando tarde al uso de la tecnología y la de ellos está retrasada en el uso de habilidades sociales.

Las llamadas redes sociales no deben sustituir los encuentros presenciales, estaríamos perdiendo la riqueza del contacto humano. A propósito, Andrés Felipe Giraldo, profesor del programa de Ciencia Política de la Universidad, decidió ponerles como reto a sus estudiantes, en la última sesión de clase de este semestre, ofrecer abrazos gratis a cualquier transeúnte en el centro de Ibagué. Registró la experiencia en un video que compartió conmigo. Es bien interesante observar la estupefacción del ciudadano común cuando un joven le ofrece compartir un abrazo gratuito en plena calle. Después de cierta reserva, al aceptar el abrazo, es evidente la transformación corporal y anímica: una sonrisa aflora en la expresión y el cuerpo se distensiona. Tal vez esta sea una evidencia más de que somos, como especie, mamíferos parlantes que necesitamos del contacto corporal para conformar comunidades.

¿Cómo están afectando las tecnologías de comunicación las capacidades de aprendizaje de las nuevas generaciones?

¿Cómo debemos hacer uso de estas tecnologías para hacer del proceso de enseñanza/aprendizaje una actividad gratificante para quien enseña y para quien aprende?

Estas son dos preguntas claves de la pedagogía de este siglo. Es responsabilidad de las universidades mantenerlas vigentes y hacerse cargo de construir sus propias respuestas. No tenerlas en cuenta en nuestras reflexiones como profesores y en nuestras prácticas docentes es no solo irresponsable sino poco ético.

Avaco es el espacio natural, en la Universidad de Ibagué, para propiciar este tipo de reflexión. Hemos avanzado en la segunda pregunta y prueba de ello son ustedes, al graduarse en este diplomado. Debemos empezar a plantearnos con seriedad la primera pregunta. Desde la comunicación social, la psicología, la filosofía y la ciencia política podríamos iniciar este camino de indagación. Allí está el reto para que alguien lo asuma.

Mil gracias,

Alfonso Reyes A.

Rector

Universidad de Ibagué

 

 

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