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La evaluación de una innovación educativa

Por: Luis Pachón

Hace algún tiempo tuvimos la oportunidad de compartir un espacio con Chantal Levesque-Bristol, la directora del proyecto IMPACT de la Universidad de Purdue en Indiana, y al preguntarle sobre cuál era la principal debilidad de los Centros de Innovación Educativa en Colombia respecto a lo que se hacía en otras latitudes, la respuesta fue bastante concreta, “ustedes hacen muchas cosas, pero reportan pocas” y hay que admitir que es verdad. Los CIE estamos tan ocupados en nuestras tareas diarias y las emergentes que no se han manejado procesos sistemáticos de evaluación más allá que los que se pueden generar como resultado del ejercicio cuantitativo estadístico normal de cualquier organización.

Pero ¿existen mejores maneras de medir el desempeño de los Centros? La teoría dice que sí. Se puede pensar en una evaluación de impacto, midiendo variables cuantitativas vs. la población alcanzada y los recursos empleados; o por otra parte, se puede recurrir a un plan de seguimiento y monitoreo, más en línea con la función de evaluación desde la perspectiva administrativa (como parte del conocido PODEC: Planeación, Organización, Dirección, Ejecución y Control) que como una evaluación profunda sobre las transformaciones en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

No se puede recurrir exclusivamente a acercamientos numéricos para medir los cambios que se han presentado en los procesos educativos en las instituciones. Se requiere pensar en procesos como la evaluación para el desarrollo, o investigaciones cualitativas dirigidas a estudios de caso donde se puedan oír las voces de los participantes y comentar de manera clara cuáles son las realidades de un día a día marcado por mediaciones tecnológicas omnipresentes y complejas.

No obstante, vale la pena revisar siempre el contexto y hacer un diagnóstico previo para determinar cuál sería el mejor método de evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje, y entender también las resistencias y temores de los actores involucrados, que en este caso deben verse en tres niveles: funcionarios administrativos, docentes y estudiantes; ya que las modificaciones en los entornos educativos se registran en una conjunción de estos tres elementos. El debate sobre la evaluación de las innovaciones parece no tener fin y habrá siempre defensores y detractores de cada corriente, metodología o propuesta, lo importante es tener claro cómo se está desarrollando el proceso en cada CIE, para entender qué debe continuar y qué debe cambiar.

Por ejemplo en nuestro caso, hemos alcanzado apenas un 5,23% de cursos rediseñados en siete años de operaciones, a priori parecería poco, pero hay que tener en cuenta que hay cursos que se modificaron y se dejaron de usar por reformas currículares, fluctuación en la demanda, rotación del personal y un largo etcétera, no obstante la realidad es que debemos trabajar por incrementar la cantidad de cursos que la institución debe ofrecer con apoyo virtual y esa conclusión se deriva invariablemente de un proceso de evaluación tanto cuantitativo como cualitativo.

 

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